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Conciencia, nada más.

“¡Alguien puede pensar en los niños!”, grito la madre despavorida mientras veía el televisor al filo del mediodía del sábado.

¡Los chamacos se quedarán poco más de un mes en casa!

“¡Niños!, mi bolso vamos al Ahorramax”.

Y así, se dio banderazo al maratón Benito-Pascua y con él la psicosis colectiva de la sociedad; desde 2 puntos de vista: los que celebraban el inicio de las vacaciones mientras preparaban su maleta y los que empezaban a abarrotar las tiendas de autoservicio.

“¡Que se chinguen los demás!”, resonaba a voz unísona la gente en el Ahorramax.

Pasados los 50 minutos en la fila de pago y saciados nuestros deseos mundanos de comprar todo el papel higiénico de la tienda, 400 cubre bocas y 10 litros de gel antibacterial, una vez más sacábamos el cobre como sociedad.

Con el pasar de los primeros días de contención de ver calles semivacías, gente con cubre bocas (aún sin estar enfermos), gente tosiéndote a la nuca en el transporte público por el simple placer de ver el mundo arder y donde no queremos atender la indicación de lavarnos bien las pinches manos, pero si llega a propagarse el virus señalaremos (como buenos mexicanos) al deficiente sistema de salud que de antemano sabemos que no va a solventar esta pandemia.

Definitivamente la responsabilidad es nuestra y lo único que debemos tomar para no contraer este virus, es conciencia, nada más.

Por último, si usted es de los que al igual que yo se pregunta porque la gente arrasó con el papel higiénico, la respuesta es simple: los niños…cagan mucho

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Publicado enColumna