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SOY LO PROHIBIDO…


Ya lo dijo Víctor Yturbe “el pirulí”

Soy ese vicio de tu piel
Que ya no puedes desprender 
Soy lo prohibido

Varias generaciones tardó Jehová desde que Caín mató a Abel con una quijada de burro para plasmar en piedra la prohibición del homicidio, rápido para juzgar no tanto para legislar. El crimen organizado, hidra multicéfala alimentándose de la incompetencia, falta de compromiso y leyes que benefician su sobrevivencia sustentada en la clandestinidad de sus negocios, principalmente drogas y prostitución. ¿Cuánto tardará para involucrarse en la realización de abortos seguros?. No se confundan mis palabras con una oda a la criminalidad sino que son una crítica a la prohibición, muestra inequívoca de un fracaso.

El crimen y castigo que rige en la ley viene precedido siempre de un acto que el pueblo o parte de él califica como despreciable, luego el estado y sus instituciones los nombra, gradúa y penaliza. A menos, claro que sea factible de gravar, si este es el caso el acto otrora despreciable se agrega a la vida común, se embotella, imprime o produce, según sea el caso. Una tercera situación es posible: el pueblo no logra una mayoría en la calificación del acto, en esta circunstancia será el estado quien decida, antes intentará educar, informar, persuadir a su gente sobre los beneficios y/o el perjuicios, si no hay decisión entonces prohibirá, poniendo corona a su fracaso.

Más allá del clásico adagio que asegura “lo prohibido es siempre más deseado”, existe la posibilidad de que el acto antes de prohibirse sea asimilado y entendido por la sociedad, quien no por entendimiento espontaneo sino bien informada sabrá discernir sobre la naturaleza del acto. El compromiso debe ser siempre entenderlo desde la laicidad y el bien común. Errores se han cometido cuando al calor de un falso humanismo fanático se prohíbe lo que después alimenta lo clandestino.

Lo prohibido no siempre es más deseado, existe en los actos una naturaleza genuina que les otorga una calidad benefactora o maligna, siempre de cara al bien de la sociedad. Si bien el estado tiene el monopolio de la prohibición legal, debemos entender que la prohibición es siempre una derrota, del estado frente a sus gobernados y de la sociedad frente a sus vicios.

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