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Columna

López Obrador, el rompehogares

NOTA: No sabía que poner de foto de portada y elegí al final un photochop culerísimo que hice después del grito. Es lo que hay.

¿Recuerdan la campaña electoral de 2012? Yo… un poco.

En aquel tiempo, su servidor era un universitario en sus primeros años de carrera y que por primera vez en su vida iba a votar.

Los contendientes eran Chepina Vázquez Mota (Que me daba risa porque “mariguana”), Andrés Manuel López Obrador y Enrique Peña Nieto. Algo que recuerdo particularmente fue un post de Facebook relacionado con el precio de la gasolina, en el que se aseguraba que si el PRI volvía los precios de la gasolina volverían a como estaban antes. Como joven reaccionario comenté que eso era una auténtica “pavada”.

Una mujer me respondió que al ser un mocoso no recordaba lo que el PRI había hecho por nosotros y aseguró que el “tricolor” devolvería los precios del preciado hidrocarburo. Respondí algo como esto -palabras más, palabras menos-: “No mame señora, yo recuerdo que los Cheetos me costaban dos pesos con cincuenta centavos, y no voy a votar por esos weyes para que regresen los precios de los Torciditos“.

Siempre he pensado que el PRI ganó ese año porque una masa de gente todavía tenía fe en ese partido, principalmente después del fracaso total de la Guerra contra el Narcotráfico que encabezó Felipe Calderón, y todavía existía un enorme miedo a lo que podría hacer Andrés Manuel López Obrador en Los Pinos (Ah sí, porque en ese tiempo el presidente vivía allá).

También, siempre he pensado que mucha de esa gente que votó en 2012 por el PRI, con la ilusión de que todo volvería a ser como antes, votó después por Morena. Y no solamente ellos, porque más del 50 por ciento de los participantes de la elección en 2018 corrió a los brazos de “Andy”.

México entró en 2018 en un estado de crispación no visto desde… hace un tiempo y Andrés Manuel López Obrador es una figura que genera una división enorme en el país.

La crispación alcanzó su culmen en el icónico momento en que un hombre, desde el transporte público asomó su brazo y gritó “los obreros movemos a México” a manifestantes de FRENAAAAAAAAAA (Le pongo ‘As’ de más para no cagarla) que “marchaban” a bordo de sus carritos. (Sí, se mamaron completamente, ni protestar supieron xD).

Dibujo realizado por @aceloruiz

Pero no hace falta asistir a una marcha opositora ni haber estado en el plantón de casas vacías de FRENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA (“¿No pueden pasar 5 segundos sin humillarse solos?”) para ver la división.

Basta con voltear a ver a nuestros círculos de amigos, o mucho más divertido, a nuestras familias. En mi caso, en ocasiones los astros se juntan y a veces el grupo de WhatsApp de la familia es escenario de los debates más candentes por cosas de política.

En mi familia nuclear evito hablar de política porque simplemente es aburrido. Los argumentos son los mismos “López Obrador es un pendejo y vamos a ser como Venezuela”. Nunca hay argumentos, no hay un verdadero análisis. 

Pero lo entiendo. El presidente será lo que quieran, pero como político va mil pasos adelante. Sí, asegura que hay que respetar las posturas de otros, pero sus comentarios en los hechos dividen. La retórica del “estás conmigo o contra mí” está presente siempre en su discurso.

Y a nivel sociedad el discurso es MUY efectivo. Rara vez hay puntos medios, siempre hay que tomar un bando, eres “chairo” o “derechairo”, eres “fifí” o eres “amlover”, eres de “derechas” o eres “de izquierdas”, eres “conservador” o estás con la “cuarta transformación”.

Tan es efectivo que muchos no se dan cuenta de lo “conservador” que es Morena y cómo al movimiento de López Obrador le importan un carajo las causas progresistas e izquierdistas como la migración, el aborto y la mariguana.

Lo peor es que el “diálogo” entre un bando y otro se encuentra tan estancado que lleva años con los mismos argumentos, por no decir berreos. Y la única evolución en el debate es que cada vez gritan más fuerte de cada lado.

Al final, empiezo a pensar que López Obrador no es el rompehogares; somos nosotros mismos, porque decidimos encasillarnos. Y aquí cierro.

En mi carrera de filosofía noté un patrón bastante interesante. Por lo general había dos posturas enfrentadas y siempre llegaba un vato que las juntaba y sacaba algo más chingón. Pasó con Kant, cuando juntó racionalismo y empirismo en una sola postura.

¿Y si abandonáramos los paradigmas binarios y reconociésemos que todo es más complejo de lo que parece? ¿Qué pasaría si expandiéramos nuestros horizontes? ¿Cómo serían las cosas si escucháramos más en lugar de gritar cada vez más fuerte? 

Tengo la esperanza de que algún día dejaremos de pensar que los partidos políticos son como equipos de futbol.

Anhelo el día en que votemos por candidatos con base en nuestros ideales y no por la bandera que llevan.

Se vale soñar ¿No creen?